Se hizo esperar poco más de un mes, matizado con temperaturas primaverales, pero el otoño arribó glorioso esta semana a Córdoba tiñendo de amarillo los paisajes cotidianos de esta ciudad.
Al salir a la calle, bien temprano, la estación se siente como un puñetazo en el medio de la nariz que de a poco va anestesiando el resto de la cara, es una tortura que no tiene fin mientras uno espera el colectivo.
Esta mañana pude ver la cara de frío de Don Jerónimo Luis de Cabrera, al que los tímidos rayos de sol nunca llegaron a abrigarlo, mientras, bajo sus pies, un grupito de palomas atérmicas disfrutaba del agua de su fuente.
Cuando se escribieron estas líneas la temperatura en la ciudad era de 3, 6 grados y la sensación térmica de 1,2. Si este es el otoño que nos toca vivir (producto de una masa de aire frío proveniente de la patagonia) ¿qué nos espera para el invierno?
martes, 8 de mayo de 2007
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